Palacio real, panteón, basílica y, claro, monasterio. Al Monasterio de El Escorial no le falta de nada en sus 33.300 metros cuadrados y casi 4.000 estancias. ¿Sabías que hasta tiene una “Sala de los secretos” (o de los «susurros»)?
¿Qué es una sala de los secretos?
Por “Sala de los secretos” o “Gabinete de los secretos” se conoce a las habitaciones de construcción especial que permiten que se escuche en un punto determinado de ella todo lo que se dice, aunque sea en voz baja, en otro u otros puntos de la misma habitación.
El diseño abovedado y la forma de los muros contribuyen a que las ondas sonoras hagan posible este fenómeno, y el Monasterio de El Escorial es uno de los lugares donde podemos comprobarlo, aunque no el único. La Catedral de Gloucester o la de San Pablo en Londres también cuentan con estancias en las que se produce este fenómeno. También en nuestro país, la Torre del Homenaje del Castillo de Segura de la Sierra, en Jaén, cuenta con una sala de los secretos.
La leyenda de la Sala de los Susurros del monasterio de El Escorial
Según cuenta la leyenda, la acústica privilegiada de la Sala de los Secretos de El Escorial originó una llamativa anécdota con Felipe II como protagonista. La costosa obra de El Escorial se prolongó durante 21 años y los fondos, lógicamente, se fueron resintiendo. Tanto que se produjeron ciertos retrasos en el pago de los salarios de algunos de los trabajadores de la obra. Pero… ¿Quién se atrevería a elevar su queja al monarca?
Cuentan que el propio Juan de Herrera, sabedor de las propiedades acústicas de la sala, aprovechó la estancia para hacer llegar al monarca la petición de los trabajadores. Para ello, invitaron al Rey y a otros cortesanos a la sala. Cuando el monarca alcanzo el punto exacto, Juan de Herrera se apartó hasta un lugar alejado y susurró: “Majestad, no está bien que los trabajadores lleven dos semanas sin cobrar”.
Felipe II, sorprendido por esas palabras, miró a su alrededor y preguntó: “¿Quién osa hablar así al Rey?”. Y la respuesta del arquitecto, antes de volver a incorporarse al grupo fue: “El Ángel de la Guarda de los laborantes”.
El resultado, según la leyenda, fue el pronto pago de las deudas por parte del monarca y la satisfacción de los trabajadores, que no volvieron a sufrir retrasos en el pago de sus salarios.