No todas las localidades pueden presumir de ser embajadoras de un movimiento arquitectónico con las características del estilo herreriano en todo el mundo. San Lorenzo de El Escorial y El Escorial, sí. Y es que la construcción del Monasterio de El Escorial supuso muchas cosas, y entre ellas la creación un edificio en el que se inspirarían multitud de obras civiles y religiosas a lo largo de todo del imperio -y mucho después también- a raíz de la obra proyectada como conmemoración de la victoria de las tropas de Felipe II en la batalla de San Quintín por Juan de Herrera (1530-1597), a quien atribuimos el estilo. Y el nombre del mismo, claro.
El origen del estilo herreriano
La arquitectura herreriana nace de la mano de Juan de Herrera con la construcción del Monasterio de El Escorial. De ahí su nombre de “estilo herreriano” o estilo escurialense o escorialense, por la ubicación de su obra paradigmática. No obstante, Juan de Herrera no fue el primer arquitecto del edificio, sino que se encargó de retomar el proyecto tras el fallecimiento de Juan Bautista de Toledo, responsable del diseño original. A la arquitectura herreriana también se le ha llamado por parte de algunos estudiosos, aunque en menor medida, manierismo clasicista.
En cualquier caso, el Monasterio de El Escorial (monasterio, palacio, templo católico y panteón real, nada menos) marca el origen de esta arquitectura que se extendió de la mano de la corona por todo el país, y fuera de nuestras fronteras, empezando por los pueblos del entorno del Guadarrama, por lo que no es difícil reconocer los códigos estéticos del movimiento en numerosos edificios del entorno en nuestros paseos. Un estilo sobrio con edificios, empezando por el propio Monasterio, con un tamaño colosal, en clara referencia a la voluntad de su perduración en el tiempo y como reflejo del poder de la monarquía española.
El estilo herreriano se enmarca en la corriente clasicista que el Renacimiento había extendido por Europa, pero imponiendo unas características propias: el gusto por el rigor geométrico, la simetría y las formas cúbicas, los volúmenes limpios y el equilibrio visual de muros y vanos, con predilección por los primeros.
En cuanto a la decoración, es un estilo austero, con una casi total ausencia de ornamentación. No obstante sí hay ciertos elementos que hacen el estilo escurialense una corriente fácilmente identificable: el gusto por la pizarra como material en las cubiertas y tejados, las torres chapiteladas y el uso de pirámides y bolas herrerianas como elementos decorativos, lo que llegó a conocerse como chapiteles madrileños.
En cuanto a los materiales empleados en la construcción de los edificios, vemos como los sillares serranos dan paso muchas veces en la meseta al ladrillo, mientras que en otros lugares como Galicia el protagonista en las obras herrerianas es el bello granito de la zona.
Características del estilo herreriano. Resumen:
- Rigor geométrico. Simetría. Volúmenes limpios y equilibrio de formas.
- Persecución de la horizontalidad. Colosalidad de las construcciones.
- Predominio del muro sobre el vano.
- Sobriedad: ausencia casi total de decoración.
- Cubiertas de pizarra y torres laterales rematadas con chapiteles cónicos o piramidales.
Ejemplos de arquitectura herreriana
Más allá del Monasterio de El Escorial, indiscutible referente de este estilo arquitectónico, podemos encontrar muchos ejemplos de arquitectura herreriana, o sus influjos, a lo largo y ancho de nuestra geografía, como:
- Iglesia de San Bernabé, en El Escorial. Conócela a fondo aquí.
- Palacio de Santa Cruz, en Madrid, sobre el que puedes leer más aquí.
- Catedral de Valadolid.
- Monasterio de Uclés.
- Palacio Ducal de Lerma.
- Colegiata de San Pedro de Lerma.
- Capilla Cerralbo de Ciudad Rodrigo (Salamanca)
- Iglesia de San Sebastián en Villacastín (Segovia).
- Cuartel General del Ejercito del Aire de Madrid. (Edificado en el siglo XX, es un buen ejemplo de su resurgimiento bajo el estilo neoherreriano) o la Universidad Laboral de Gijón.
- La Catedral de Puebla (México), y la Catedral de Cuzco (Perú), son dos muestras de su influjo en grandes monumentos en Iberoamérica.